Los que lo han visitado saben por qué Albarracín ha sido tantas veces catalogado como el pueblo más bonito de España, el abanico de colores que se despliega ante los ojos de quien lo observa nos hace respirar una atmósfera inigualable. Sin embargo, pocos saben que esos tonos ocres y rojizos que resaltan su belleza provienen del mineral que reviste sus imponentes y hermosas fachadas: el yeso.
En este bello paraje de la geografía aragonesa existen yesos de diferentes tonalidades y distintas durezas con las que se producen artesanales mezclas utilizadas en diversas aplicaciones, el más abundante es el de tonalidades rojizas, el cual se solía mezclar con otras tonalidades cuyo aljez aportaba mayor dureza.
El proceso de fabricación artesanal del yeso es lo que confiere a esta famosa localidad turolense su distinción y originalidad. Los hornos que se utilizaron para la deshidratación del mineral eran artesanales y construidos con el aljez mismo de los yacimientos. Estos se construían orientados al sur y se utilizaba la orografía del terreno como una parte más del propio horno.
Tras unas 14 horas de cocción se obtiene el aljez deshidratado en cuya fórmula química quedaba media molécula de agua SO4Ca.1/2H2O. Después de triturarse, el material estaba listo para volverse a hidratar y aplicarlo como mortero en suelos y paredes.
Este mineral rojizo ha sido tratado y transformado con mimo, devoción y arte, convirtiendo al pueblo de Albarracín en su mejor embajador.
Todavía hoy quedan en este rincón de Teruel industriales artesanos que lo manipulan con las antiguas técnicas consiguiendo un material correctísimo para los acabados de paredes interiores e incluso de fachadas.
Si ya teníamos motivos para visitar Albarracín por ser una joya arquitectónica de Aragón, ahora ya tenemos la decisión tomada.
Ernesto García